CÓMO
ESTUDIAR EN CASA SIN DORMIRSE
Hay quien
atiende mucho en clase y como, más o menos, va entendiéndolo todo, le parece
que ya se lo sabe. Sin embargo, cuando llega el examen, misteriosamente
<<se queda en blanco>> y no se acuerda de nada. Como bien saben los
psicólogos, eso se debe a diversos factores que ahora comentaremos.
UNA COSA ES
<<ATENDER>>, OTRA <<ENTENDER>> Y OTRA <<APRENDER>>
Si,
normalmente, estás en clase atento y con los cinco sentidos a pleno
rendimiento, es muy probable que, sólo con eso, lo entiendas casi todo. Hasta aquí,
has recorrido la primera fase del aprendizaje.
Pero para saber
no basta con entender; es también preciso recordar en el momento oportuno
lo que has entendido, es decir, <<sabértelo>>.
Quien no
recorre esta segunda parte del camino, no se ha de extrañar de que, aunque
<<atendía siempre>> y <<lo entendía todo>>, sin
embargo, al llegar el examen, <<no se acuerde de nada>> y lo haga
fatal…
Las técnicas
de estudio, en realidad, deberían llamarse técnicas de aprendizaje, pues
de lo que se trata es de encontrar el camino más fácil para aprender
(<<método>> es la palabra griega que significa <<camino a
seguir>>). Lo que pasa es que para
<<aprender>> hace falta <<estudiar>> (¡lástima!).
Y ¿EN QUÉ
CONSISTE ESO DE <<ESTUDIAR>>?
Si has ido
leyendo hasta aquí <<atentamente>> y, por tanto, lo has
<<entendido>>, te habrás dado cuenta de que el estudio comienza
en clase.
Cuando llegas
a ella preparado para sacarle todo su jugo, y te sitúas en un buen sitio para
poder <<ver>> y <<oír>> todo lo que pasa en el aula. Cuando
te esfuerzas por <<olfatear>> lo esencial y por
<<saborear>> cada tema nuevo como si fuera un plato exquisito. Cuando,
por último, procuras comportarte <<con tacto>> con tus profesores y
con tus compañeros y empleas correctamente el material para tomar nota de lo
realmente importante…, entonces ¡ya estás estudiando!
<<Quien
bien empieza, bien acaba>>, dice el refrán.
Pues bien, si
empiezas <<con buena técnica>>, has dado ya un paso de gigante en
el logro de tu objetivo: aprender más con menos esfuerzo. Pues quien
aprovecha <<a tope>> la clase, lo entiende casi todo, ha realizado en
ella, al menos, el 50% del estudio.
Hay quien se
contenta con esto y fuera de clase no pega ni golpe. Si es tu caso y eres
inteligente y espabilado, lo normal es que vayas aprobando sin problemas. Pero,
si no eres demasiado brillante, tienes <<lagunas>> importantes que
vas arrastrando de años anteriores o, simplemente, no te conformas con el
aprobadillo justo, sino que aspiras a mucho más, es necesario que des el
segundo paso del aprendizaje: estudiar en casa.
Mucha gente
confunde <<estudiar>> con <<memorizar>>. Es verdad que
el memorizar es una etapa fundamental del aprendizaje, pero quien, cuando el
profesor pregunta, se queda <<en éxtasis>> y dice eso de:
<<lo tengo en la punta de la lengua…>>, ése, en realidad, no sabe
responder a lo que han preguntado y se merece una mala nota, porque, aunque se
lo haya estudiado antes (y si le dejamos dos horas para pensarlo quizá acabe acordándose),
eso no es <<sabérselo>>.
Si un conductor
dice que <<se sabe>> las señales de tráfico y cuando va en
carretera y ve una necesita veinte minutos para <<acordarse>> de
qué significa…, simple y llanamente, acaba dándose la torta; y podemos afirmar
con rigor científico que <<no sabe conducir>>.
Saber algo
es entenderlo y recordarlo <<a voluntad>>, es decir, cuando uno
quiera.
Por eso, para
aprender bien, es necesario hacer un esfuerzo por memorizar un montón de
hechos, principios y conceptos. Aunque, antes de eso, es imprescindible entenderlos.
Quien en clase no <<atiende>> (y, por tanto, no <<entiende>>)
y en casa pretende aprendérselo todo de <<memoria>>, sólo consigue
que en su cabeza se produzca, a la hora del examen, un <<confusionismo
mogollónico>> (también llamado <<diarrea mental>>) que le
hará fracasar estrepitosamente.
Entender y
recordar son como las dos piernas sobre las que debemos andar al estudiar, los
dos remos que impulsan una barca o las dos alas sobre las que planea un avión.
Si nos falla una de las dos, ya no <<andamos>>, sino que vamos
<<cojeando>>; la barca ya no avanza, sino que da vueltas sobre sí
misma; y el avión simplemente se estrella…
Dejando la
clase a un lado, ¿qué aconsejan las técnicas de estudio para aprovechar el
tiempo estudiando por nuestra cuenta?
Lo primero es
que, aunque cada cual ha de escoger la técnica que más le vaya con su carácter,
cualidades y aptitudes psíquicas (quien tenga mayor memoria visual, habrá de
hacerse esquemas <<gráficos>> de todo; el que tenga auditiva,
deberá repetir las cosas en voz alta, etc.), podemos afirmar que lo esencial y
válido para todos es que, si queremos sacar el máximo rendimiento con el mínimo
esfuerzo, es necesario estudiar con la máxima intensidad posible.
OBJETIVOS
CLAROS Y FUERZA DE VOLUNTAD
Cuando alguien
dispone de un largo fin de semana para estudiar y prepararse para un examen,
suele empezar a perder el tiempo con tonterías y, al final, se da cuenta de que
se le ha pasado <<lánguidamente>> sin apenas hacer nada de
provecho, ni ha estudiado ni se ha divertido.
Sin embargo,
observamos que, cuando faltan pocas horas para el examen (el domingo por la
noche…), estudiamos con verdadera intensidad, pues, si no lo hacemos, ya no hay
nadie que nos salve. Entonces, nos concentramos mucho mejor y le sacamos
muchísimo más partido a dos horas de estudio <<a tope>> que a todo
el fin de semana pasando cansinamente el tiempo delante del libro.
Esto tiene su
explicación lógica (o, más bien, <<psicológica>>): quien no tiene
claro lo que quiere, es muy difícil que lo consiga (<<al marino que no
sabe adónde va, todos los vientos le son contrarios>>, dice el refrán). Para
realizar una tarea <<con intensidad>> y hasta <<entusiasmo>>,
es necesario que se den, al menos, dos requisitos: tener un objetivo claro y
fuerza de voluntad para ponerse a la tarea
Los ciclistas
pedalean con verdadero frenesí cuando ya ven la línea de meta. ¿Por qué?,
porque ya lo tienen claro. Ante la meta soñada durante kilómetros y kilómetros,
ya no hay nada que les pueda distraer haciéndoles aflojar la marcha.
Cuando uno
decide que <<esta tarde va a estudiar>>, pero no se la organiza con
un horario concreto, unas metas claras y unas actividades precisas que
realizar, es muy posible que tarde mucho más de la cuenta en ponerse a la faena
y pierda un tiempo enormemente valioso, poniendo y quitando cosas de su mesa,
cogiendo un libro, mirándolo por encima y dejándolo otra vez <<para
luego>>, etc. De modo que al terminar la tarde <<de
estudio>>, si se toma la molestia de reflexionar sobre qué ha hecho, como
se ha organizado y qué metas concretas ha conseguido, llegará a la triste
conclusión de que ha perdido miserablemente su tiempo, aburriéndose más que una
ostra sin perla.
Es fundamental,
por tanto, si queremos estudiar << de verdad>> (es decir,
<<aprender>>) y no pasar el rato delante de los libros, fijar unos objetivos
claros, concretarlos en un horario <<realista>> y echarle
decisión y fuerza de voluntad para lograrlos, cuesto lo que
cueste y pase lo que pase.
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